Persiste la preocupación sobre la seguridad alimentaria
FAO
El crecimiento económico sostenido en los mercados emergentes es un factor importante que apuntala una demanda creciente y precios más altos. La continua expansión de la producción de biocombustibles -a menudo para cumplir los objetivos fijados por los gobiernos- supondrá también una demanda adicional de trigo, cereales secundarios, aceites vegetales y azúcar.
Los precios de los productos básicos agrícolas han descendido con respecto a sus máximos de dos años atrás, pero no parece que vayan a volver a sus niveles medios de la pasada década, según el informe anual que publican de forma conjunta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El informe Perspectivas agrícolas OCDE-FAO 2010-19 sitúa los precios medios del trigo y de los cereales secundarios durante los próximos diez años entre el 15-40 por ciento por encima en términos reales (ajustados a la inflación) de sus niveles medios durante el período 1997-2006. Se prevé que los precios reales de los aceites vegetales sean un 40 por ciento más altos, y entre el 16-45 por ciento los de lácteos.
Las subidas en los precios del ganado en la próxima década serán en general menos marcadas, amortiguadas por los aumentos de productividad, aunque la demanda mundial de carne avanza más rápido que la de otros productos agrícolas a medida que el aumento de la riqueza en algunos sectores de población de los países emergentes lleva a cambios en su hábitos alimentarios.
El crecimiento económico sostenido en los mercados emergentes es un factor importante que apuntala una demanda creciente y precios más altos. La continua expansión de la producción de biocombustibles -a menudo para cumplir los objetivos fijados por los gobiernos- supondrá también una demanda adicional de trigo, cereales secundarios, aceites vegetales y azúcar. El aumento de los costes de producción añade presión alcista a los precios, en particular en los sectores que requieren un uso intensivo de energía.
El aumento de la producción alimentaria cubrirá la demanda futura
El informe apunta a un crecimiento de la producción agrícola mundial más lento durante la próxima década que en los últimos diez años. Sin embargo sigue el ritmo anunciado en estimaciones previas para cubrir el aumento del 70 por ciento en la producción mundial de alimentos requerido para satisfacer la demanda de los niveles de población previstos en 2050. Brasil es con diferencia el productor agrícola con un crecimiento más rápido, con un aumento previsto del 40 por ciento de aquí al 2019. Este aumento también será superior al 20 por ciento en Rusia, Ucrania, China e India.
El informe añade que aunque el mundo produce lo suficiente para alimentar a su población, los recientes aumentos de precios y la crisis económica han contribuido al incremento del hambre y la inseguridad alimentaria. Se estima que hoy en día que cerca de mil millones de personas sufren desnutrición. El informe indica que será necesario aumentar la producción y la productividad agrícolas, al tiempo que un sistema comercial reglamentado y que funcione correctamente será crucial para que se pueda competir de forma equitativa y garantizar que los alimentos pueden llegar desde las zonas con excedentes a aquellas deficitarias.
Los precios de los alimentos al por menor permanecieron inicialmente altos en muchos países, incluso después de que los precios de los productos básicos cayeran tras las subidas de 2007-08. Como fenómeno asociado a este descenso cayó la contribución de los precios alimentarios a la inflación en los países de la OCDE en 2009, pero siguió siendo un factor clave en algunos países emergentes y en desarrollo. Si los precios alimentarios continúan altos de forma sostenida, seguirán afectando negativamente a la seguridad alimentaria, en especial entre la población pobre que destina una parte importante de sus ingresos a comprar alimentos.
Precios volátiles
La volatilidad de los precios representa una grave preocupación para los responsables de las políticas, ya que los recientes vaivenes -déficit/superávits de producción, reservas nutridas o escasas, fluctuaciones de los precios del petróleo y la recesión económica mundial- han perturbado los mercados de productos básicos agrícolas.
Sin embargo, Perspectivas agrícolas señala que mientras la volatilidad de los precios a corto plazo es ahora elevada, no hay evidencias concluyentes sobre su comportamiento a largo plazo para los principales cultivos alimentarios. El grado en que las fluctuaciones de los precios mundiales se transmiten a los mercados domésticos varía mucho de un país a otro, según el informe. La trasmisión de precios depende de la forma en que un país está integrado en el mercado mundial, sus infraestructuras y lo que es a menudo más importante: su política agrícola y comercial.
En la presentación del informe en Roma junto al Director General de la FAO, Jacques Diouf, el Secretario General de la OCDE, Angel Gurría, aseguró que "el sector agrícola ha mostrado su capacidad de resistencia a los recientes vaivenes de precios y la crisis económica. En conjunto, las perspectivas de este año son moderadamente más positivas que en años recientes. Pero en adelante, los gobiernos deben poner en práctica medidas para garantizar que los campesinos cuentan con las herramientas para hacer frente a los riesgos futuros, como contratos de producción, sistemas de seguros y mercados de futuros".
Por su parte, Jacques Diouf advirtió que "el papel de los países en desarrollo en los mercados internacionales crece de forma rápida, y al aumentar su impacto, sus políticas condicionan cada vez más al mercado mundial". "Ello conlleva -añadió- que su papel y contribución a las cuestiones políticas globales es de gran importancia. El debate de las políticas debe realizarse con objetivos globales, y debemos mejorar el marco para estos intercambios de opiniones". Diouf apuntó en este sentido a la reforma en curso del Comité sobre Seguridad Alimentaria Mundial (CFS), que pretende reforzarlo considerablemente y convertirlo en una plataforma global para la convergencia de políticas y la coordinación de conocimientos y actividades en la lucha contra el hambre y la desnutrición en el mundo.