"Es evidente que las precipitaciones benefician enormemente la actividad agrícola y, sin duda, supondrán un alivio de cara a la próxima cosecha. Sin embargo, los oleicultores miran con desolación sus fincas para la actual cosecha", comentó en una nota el secretario general de COAG-Jaén, Rafael Civantos.
En esta línea, señaló que el agua ha tirado entre el 50% y el 60% de la aceituna al suelo, con el factor añadido de que a estas alturas, únicamente se ha recogido el diez por ciento de la cosecha, puesto que al comenzar las precipitaciones a mediados de diciembre, las cuadrillas sólo habían trabajado una media de quince días.
Ante este panorama, consideró que la lluvia ha arrasado un 15% ó un 20% de la cosecha, que estaba prácticamente iniciándose. "Es una catástrofe porque significa una parte importantísima de la producción", añadió Civantos, que recordó que si bien es cierto que en campañas anteriores había llovido copiosamente, los tajos ya tenían al menos el 60% del fruto recolectado, por lo que otros años se hablaba de pérdidas sobre el 40% restante.
De esta forma, según dijo, el aceite perdido se estimará sobre el 90% que aún queda en el campo y con el agravante de que la mitad del fruto está ya en el suelo.
Ello quiere decir que para cuando las cuadrillas puedan acudir al tajo mucha aceituna estará hincada en el suelo y con mucha humedad, por lo que será "gran cantidad la que no se pueda ni coger para llevarla a la almazara".
Igualmente, el secretario general de COAG-Jaén indicó que otra parte se ha perdido debido a las escorrentías, debido que el pasado mes de diciembre es el más lluvioso de este siglo, con récord de precipitaciones en varias comarcas de la provincia, ríos desbordados o a punto de hacerlo, así como parcelas totalmente anegadas.
"No recordamos ningún año con unas pérdidas tan elevadas en una campaña y que afecten a prácticamente la totalidad del sector olivarero. Los agricultores están desesperados porque saben que estas lluvias están dañando aún más su olivar y su economía", aseguró.
Así, a la pérdida de producción que están padeciendo, los agricultores deben unir además el aumento del coste en la recolección, ya que deberán acometer más gastos ahora que la mitad de la cosecha está en el suelo, ya que la recolección será más lenta y deberán emplear más jornales.