Pasividad administrativa ante la amenaza de la Mancha negra y el Greening
AVA-ASAJA
El alto número de rechazos, los informes científicos de la AESA o del IVIA confirman el grave peligro de que puedan asentarse. Otra destructiva plaga, la Cryptophlebia, ni siquiera es vigilada.
AVA-ASAJA lamenta la pasividad tanto de la Comisión Europea (CE) como del propio Gobierno español ante la amenaza de que la "Mancha negra" o el "Greening", dos de las más peligrosas enfermedades del mundo, puedan asentarse en la citricultura española. La organización agraria se pronuncia así tras conocer los preocupantes datos registrados en la UE sobre rechazos fitosanitarios de partidas de cítricos importados, que en 2009 sumaron más de 94 intercepciones, 71 de ellas a causa del primer patógeno citado. Sobre la segunda enfermedad, pese a poner contra las cuerdas a casi toda América incluidas zonas productoras de vanguardia como las de California o Florida y pese a haberse detectado ya en las Canarias el insecto vector que la transmite, aún no se dispone de protocolo de actuación en caso de que la bacteria llegase al Mediterráneo.
"Desde hace años que denunciamos que se está jugando con fuego. En enero fueron los científicos de la AESA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) los que nos dieron la razón y confirmaron que la amenaza era cierta, que los controles fallan y que la Mancha negra se puede aclimatar perfectamente a nuestras tierras y ahora es la propia estadística europea la que también obliga a tomar medidas, pero aquí nadie se da por aludido", advierte el presidente de AVA-ASAJA, Cristóbal Aguado, quien alerta de que si el citado hongo o la bacteria (del Greening) se asentasen "nuestra citricultura desaparecería en sólo unos años"Así lo atestigua de hecho un informe sobre el Huanglongbing (HLB, la otra denominación del Greening) elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), que confirma que la introducción de esta bacteria provocaría "daños incalculables". El citado artículo, además, advierte del riesgo potencial de que la enfermedad extendida ya por África, Asia, Oceanía y América pueda instalarse en el Mediterráneo a través de Turquía, potencia citrícola vecina de Irán, país donde está confirmada la existencia tanto de la bacteria como del vector que la transmite.
Por otra parte, los datos oficiales sobre rechazos proporcionados recientemente a un representante de esta organización agraria por la Dirección General de Agricultura de la CE debieran encender las alarmas por varios motivos. En primera instancia porque, con tratarse un número alto de intercepciones portuarias, no refleja el alcance real del peligro fitosanitario que suponen estas importaciones. Como es bien sabido, el celo y la cualificación profesional alcanzada por los inspectores que revisan la mercancía en los puertos españoles está a años luz del de sus homólogos en el resto de Europa. Prueba de ello es el hecho de que España, pese a no importar la mayoría de los cítricos que llegan al viejo continente, acumule más de la mitad de los rechazos de partidas registrados este año en toda la UE. El grado de exigencia fitosanitaria en otros puertos europeos es mucho menor por razones evidentes, entre otras, porque se tratan de países sin una produccción amenazada y que, además, encuentran en el suministro citrícola de países terceros una fuente alternativa y más barata que la española. Sin embargo, muchas de esas naranjas, mandarinas o limones que entran por el Norte de Europa pese a estar infectadas por patógenos no detectados suelen recalar en nuestras tierras, con lo que el contagio a las zonas productoras es más que probable.
Muestra de tal falta de sensibilidad es el hecho de que la CE aún no haya accedido a la declaración como enfermedad de cuarentena de otra peligrosa plaga, la Cryptophlebia leucotreta, un gusano que destroza el fruto por dentro y que este año –como en años anteriores- ha vuelto a ser detectado en España hasta en 25 partidas, fundamentalmente procedentes de Sudáfrica.Por otra parte, los datos oficiales sobre rechazos proporcionados recientemente a un representante de esta organización agraria por la Dirección General de Agricultura de la CE debieran encender las alarmas por varios motivos. En primera instancia porque, con tratarse un número alto de intercepciones portuarias, no refleja el alcance real del peligro fitosanitario que suponen estas importaciones. Como es bien sabido, el celo y la cualificación profesional alcanzada por los inspectores que revisan la mercancía en los puertos españoles está a años luz del de sus homólogos en el resto de Europa. Prueba de ello es el hecho de que España, pese a no importar la mayoría de los cítricos que llegan al viejo continente, acumule más de la mitad de los rechazos de partidas registrados este año en toda la UE. El grado de exigencia fitosanitaria en otros puertos europeos es mucho menor por razones evidentes, entre otras, porque se tratan de países sin una produccción amenazada y que, además, encuentran en el suministro citrícola de países terceros una fuente alternativa y más barata que la española. Sin embargo, muchas de esas naranjas, mandarinas o limones que entran por el Norte de Europa pese a estar infectadas por patógenos no detectados suelen recalar en nuestras tierras, con lo que el contagio a las zonas productoras es más que probable.
Muestra de tal falta de sensibilidad es el hecho de que la CE aún no haya accedido a la declaración como enfermedad de cuarentena de otra peligrosa plaga, la Cryptophlebia leucotreta, un gusano que destroza el fruto por dentro y que este año, como en años anteriores, ha vuelto a ser detectado en España hasta en 25 partidas, fundamentalmente procedentes de Sudáfrica.