Texto perteneciente al capítulo 17 de la «Guía práctica de la fertilización racional de los cultivos en España», dedicado al maíz (cereales de primavera)
Jesús Betrán Aso / MARM
En el siguiente texto se describen los requerimientos de «fertilidad física» para el cultivo del maíz (Zea mays). Se centra en las principales características físicas del suelo, como son su capacidad de retención de aguas, su aireación y temperatura, incidiendo en la importancia de mantener estos valores a sus niveles correctos.
El maíz es muy exigente en cuanto la «fertilidad física» del suelo. Este aspecto, que a menudo se olvida, puede ser en muchos casos el principal factor limitante de la producción. Entre las características físicas del suelo, las más importantes, desde el punto de vista del maíz, son:
Capacidad de retención de agua.
Aireación.
Temperatura.
La capacidad de almacenamiento de agua del suelo es fundamental para asegurar un suministro continuo entre riegos. El maíz es particularmente sensible a la falta de agua en el entorno de la floración, desde 20-30 días antes hasta 10-15 días después.
En suelos con escasa profundidad, o pedregosos, la capacidad de almacenamiento se ve limitada y, cuando es posible, debe suplirse con mayor frecuencia de riegos. Lo ideal es mantener una alta disponibilidad de agua en el suelo, en términos de potencial de agua del suelo (no debe superarse 1,5 atmósferas en el periodo de la floración y algo más en el resto del ciclo). Si el potencial hídrico es mayor (en términos absolutos) comienza a mermar la producción.
En relación con la disponibilidad de agua, el maíz es muy sensible a la salinidad del suelo. Una concentración salina, expresada como conductividad eléctrica en extracto de pasta saturada, superior a 1,7 dS/m a 20 ºC comienza a afectar al cultivo, y con 3,8 dS/m la producción desciende un 25%. El maíz es muy sensible a la asfixia radicular. No soporta los suelos apelmazados o con mal drenaje. Necesita un mínimo del 10% del volumen de suelo ocupado por aire.
Tanto la aireación del suelo como la circulación de agua están estrechamente ligadas a la estructura del suelo, que favorece la formación y mantenimiento de la porosidad. Es esencial proteger la estructura frente a agresiones como el tránsito de maquinaria pesada en malas condiciones de humedad, el laboreo intenso o la elevada energía del agua aportada en riegos por aspersión.
Respecto a la temperatura, el maíz se muestra especialmente sensible durante la germinación, nascencia e inicio de la vegetación. Requiere un mínimo de 12º C de temperatura del suelo para la germinación. Algunos síntomas de carencia en el inicio del cultivo están originados por bajas temperaturas que impiden el desarrollo radicular.
La temperatura del suelo puede, hasta cierto punto, modificarse mediante el manejo de los restos orgánicos en superficie y del riego.
En resumen, es esencial el mantenimiento de la “fertilidad física” del suelo. Su deterioro puede causar limitaciones no siempre fáciles de identificar y, a menudo, de muy lenta corrección.
Texto perteneciente al capítulo 17 de la «Guía práctica de la fertilización racional de los cultivos en España», dedicado al maíz (cereales de primavera)
Descripción de las necesidades nutricionales del maíz que, aunque similares a las de otros cereales como trigo y cebada, debido a sus niveles de producción suelen ser mucho más elevadas. Se describen el ritmo y la forma de extracción de los nutrientes por parte de Zea mays, centrándose especialmente en los nutrientes principales (nitrógeno, fósforo y potasio).
Texto perteneciente al capítulo 16 de la «Guía práctica de la fertilización racional de los cultivos en España», dedicado a los cereales de invierno
El nitrógeno es el principal elemento mineral y el de mayor influencia en el rendimiento de los cereales. En conjunción con fósforo y potasio, estos tres minerales representan la base fundamental de la nutrición del trigo y la cebada, aunque los cereales también necesitan otros elementos, como calcio, manganeso y, especialmente, azufre.
Texto perteneciente al capítulo 16 de la «Guía práctica de la fertilización racional de los cultivos en España», dedicado a los cereales de invierno
El nitrógeno es el principal elemento mineral y el de mayor influencia en el rendimiento de los cereales. Sin embargo, es necesario que también estén presentes en su dosis adecuada los otros dos minerales más necesarios en la fertilización de los cereales: fósforo y potasio. Dosis elevadas de nitrógeno con carencias de potasio debilita a las plantas frente a enfermedades y baja su rendimiento