Boletín Agrario Agricultura, Medio Ambiente y Mundo Rural

Avances I+D

"A los agricultores les pagan muy poco por sus cosechas"

Entrevista a Rolf Deege, director de Bayer CropScience en España

Bayer CropScience

"Las Provincias" entrevista a Rolf Deege, Director de Bayer CropScience en España. La compañía desarrolla nuevas estrategias de servicios integrales para el campo y se queja de la lenta burocracia.

A los agricultores les pagan muy poco por sus cosechas

-¿La reducción de materias activas permitidas en la UE contra las plagas puede reducir la eficacia en la producción agrícola?

Bayer CropScience

-Si no se manejan bien las armas disponibles, sí. Nosotros, en Bayer, estamos desarrollando una nueva estrategia basada en estar más cerca de los agricultores y ofrecerles soluciones integrales a sus necesidades. Hoy no se puede actuar con criterios tan básicos como antes, cuando decíamos: aquí tenemos este bicho y aquí el producto para matarlo. Ahora todo es más complejo y exige más profesionalización. Tenemos que respetar la fauna útil, realizar prácticas de cultivo que la favorezcan y que en la medida de lo posible no impulsen brotes de las plagas, y sólo si no hay más remedio, aplicar tratamientos con productos fitosanitarios dónde sea necesario. Esto es una nueva agricultura de precisión que está emergiendo y nosotros estamos al lado del agricultor moderno para ofrecerle amplias herramientas para sus problemas. Además, de esta manera pisamos más el terreno y tomamos mejor el pulso del sector para enfocar el futuro.

-¿Está generalizada esta estrategia?

-Todavía no. En España hemos empezado en los sectores del cereal y el olivar en Andalucía, donde hemos creado una especie de clubes de agricultores que voluntariamente han entrado en la fase de pruebas y experimentación, y a partir de ahí iremos extendiéndonos a otros agricultores y a los demás sectores. Los que participan en este proceso de fidelización tienen un tratamiento comercial preferente y acceso a un portal de internet donde encuentran información específica de la lucha contra plagas, de sus cultivos, normativas, nuevas tecnologías, evolución de los mercados..., un abanico bastante grande de información.

-¿Son conscientes de que al final de poco vale todo avance en estas líneas si no hay buenos precios en el campo, si falla la rentabilidad?

-Es un problema serio. A los agricultores españoles les pagan muy poco por sus productos, y eso no puede ser. De seguir así cundirá el abandono y lo que parece abundante puede llegar a faltar.

-¿Está de acuerdo, entonces, con lo que anuncia el ex ministro Pimentel, cuando habla de una futura venganza del campo, con súbitas alzas de precios?

-Puede pasar. De hecho, todos los organismos internacionales están preconizando la necesidad de incrementar con fuerza en las próximas décadas la producción de alimentos para poder atender las necesidades de una población que crece. Y es evidente que no podrá aumentar la producción si el que produce no se ve reconocido y recompensado.

-¿Les preocupa lo que puede llegar a ocurrir?

-Sí, porque el agricultor está en el principio de la cadena. De él no sólo depende la obtención de alimentos sino que funcionen otros sectores que cuelgan de su actividad, como el nuestro de los fitosanitarios. El agricultor es el motor; sin él, la máquina no funciona; todo se rompe por la base.

-¿Cómo ve el problema de las exigencias crecientes de supermercados reduciendo los residuos permitidos de plaguicidas, por debajo de las normas oficiales?

-Estamos haciendo un esfuerzo para informar a las cadenas de supermercados sobre lo que es adecuado en este aspecto, para que entiendan que los tratamientos contra plagas son imprescindibles en ciertos momentos, y a la vez para dotar al agricultor de modernas herramientas que minimicen los riesgos, incluidos los de sufrir rechazos por posibles excesos de residuos. Se trata de conformar métodos seguros para los dos extremos de la cadena: que garanticen la seguridad alimentaria ante todo y que a la vez aseguren al productor que sus artículos serán adecuados para el mercado y aceptados por este. Es preciso un equilibrio, que impere la racionalidad de una agricultura moderna, comprometida, pero viable. Pero ahí chocamos de nuevo con el handicap de los precios. Las cadenas no pagan este plus de calidad, lo que cuesta ese sobre esfuerzo del agricultor, y el resultado puede ser que el sistema no pueda funcionar si no se reconoce el papel del actor esencial.

-¿Hay también un problema de desinformación del consumidor ante el uso de plaguicidas?

-Sí, al consumidor le falta información para entender que el empleo de productos fitosanitarios es necesario para producir alimentos de calidad, en cantidad suficiente y a precios asequibles, y no hay por qué temer nada. Todos utilizamos en casa productos químicos, de limpieza o contra plagas domésticas, y no hay problema. Sin embargo, cuando se habla de plaguicidas agrícolas resulta que la industria tiene mala imagen; somos "los de los venenos", cuando la realidad es muy distinta, todo está muy probado y es cada vez más respetuoso con la naturaleza. Y luego tenemos que, quizás fruto de esta equivocada concepción ciudadana, confundida por noticias negativas, se eternizan los trámites burocráticos a la hora de autorizar la Administración nuevos productos, y España es de los países donde más cuesta sacarlos al mercado.

-¿Tanto se retrasan?

-En España cuesta una media de tres años más que en los países del entorno obtener todos los permisos para que un nuevo producto se pueda comercializar. Aquí estamos en una media de cinco años, cuando en Francia han logrado reducirlo a uno. Es una cuestión de organización y nosotros creemos que sería apropiado que se creara una agencia que centrara todas las competencias que ahora se reparten los ministerios de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, Sanidad y Trabajo. En otros sitios se ha hecho y funciona.

-¿Tienen muchos productos pendientes?

-Una docena, y de los más respetuosos con el entorno, cumpliendo los criterios más modernos. Uno de ellos contra el piojo rojo de los cítricos. Y claro, así es complicado congeniar los objetivos de competitividad. Se hace difícil entender esta falta de celeridad para un sector prioritario, donde España es líder.

-¿La reducción de materias activas permitidas en la UE contra las plagas puede reducir la eficacia en la producción agrícola?

-Si no se manejan bien las armas disponibles, sí. Nosotros, en Bayer, estamos desarrollando una nueva estrategia basada en estar más cerca de los agricultores y ofrecerles soluciones integrales a sus necesidades. Hoy no se puede actuar con criterios tan básicos como antes, cuando decíamos: aquí tenemos este bicho y aquí el producto para matarlo. Ahora todo es más complejo y exige más profesionalización. Tenemos que respetar la fauna útil, realizar prácticas de cultivo que la favorezcan y que en la medida de lo posible no impulsen brotes de las plagas, y sólo si no hay más remedio, aplicar tratamientos con productos fitosanitarios dónde sea necesario. Esto es una nueva agricultura de precisión que está emergiendo y nosotros estamos al lado del agricultor moderno para ofrecerle amplias herramientas para sus problemas. Además, de esta manera pisamos más el terreno y tomamos mejor el pulso del sector para enfocar el futuro.

-¿Está generalizada esta estrategia?

-Todavía no. En España hemos empezado en los sectores del cereal y el olivar en Andalucía, donde hemos creado una especie de clubes de agricultores que voluntariamente han entrado en la fase de pruebas y experimentación, y a partir de ahí iremos extendiéndonos a otros agricultores y a los demás sectores. Los que participan en este proceso de fidelización tienen un tratamiento comercial preferente y acceso a un portal de internet donde encuentran información específica de la lucha contra plagas, de sus cultivos, normativas, nuevas tecnologías, evolución de los mercados..., un abanico bastante grande de información.

-¿Son conscientes de que al final de poco vale todo avance en estas líneas si no hay buenos precios en el campo, si falla la rentabilidad?

-Es un problema serio. A los agricultores españoles les pagan muy poco por sus productos, y eso no puede ser. De seguir así cundirá el abandono y lo que parece abundante puede llegar a faltar.

-¿Está de acuerdo, entonces, con lo que anuncia el ex ministro Pimentel, cuando habla de una futura venganza del campo, con súbitas alzas de precios?

-Puede pasar. De hecho, todos los organismos internacionales están preconizando la necesidad de incrementar con fuerza en las próximas décadas la producción de alimentos para poder atender las necesidades de una población que crece. Y es evidente que no podrá aumentar la producción si el que produce no se ve reconocido y recompensado.

-¿Les preocupa lo que puede llegar a ocurrir?

-Sí, porque el agricultor está en el principio de la cadena. De él no sólo depende la obtención de alimentos sino que funcionen otros sectores que cuelgan de su actividad, como el nuestro de los fitosanitarios. El agricultor es el motor; sin él, la máquina no funciona; todo se rompe por la base.

-¿Cómo ve el problema de las exigencias crecientes de supermercados reduciendo los residuos permitidos de plaguicidas, por debajo de las normas oficiales?

-Estamos haciendo un esfuerzo para informar a las cadenas de supermercados sobre lo que es adecuado en este aspecto, para que entiendan que los tratamientos contra plagas son imprescindibles en ciertos momentos, y a la vez para dotar al agricultor de modernas herramientas que minimicen los riesgos, incluidos los de sufrir rechazos por posibles excesos de residuos. Se trata de conformar métodos seguros para los dos extremos de la cadena: que garanticen la seguridad alimentaria ante todo y que a la vez aseguren al productor que sus artículos serán adecuados para el mercado y aceptados por este. Es preciso un equilibrio, que impere la racionalidad de una agricultura moderna, comprometida, pero viable. Pero ahí chocamos de nuevo con el handicap de los precios. Las cadenas no pagan este plus de calidad, lo que cuesta ese sobre esfuerzo del agricultor, y el resultado puede ser que el sistema no pueda funcionar si no se reconoce el papel del actor esencial.

-¿Hay también un problema de desinformación del consumidor ante el uso de plaguicidas?

-Sí, al consumidor le falta información para entender que el empleo de productos fitosanitarios es necesario para producir alimentos de calidad, en cantidad suficiente y a precios asequibles, y no hay por qué temer nada. Todos utilizamos en casa productos químicos, de limpieza o contra plagas domésticas, y no hay problema. Sin embargo, cuando se habla de plaguicidas agrícolas resulta que la industria tiene mala imagen; somos "los de los venenos", cuando la realidad es muy distinta, todo está muy probado y es cada vez más respetuoso con la naturaleza. Y luego tenemos que, quizás fruto de esta equivocada concepción ciudadana, confundida por noticias negativas, se eternizan los trámites burocráticos a la hora de autorizar la Administración nuevos productos, y España es de los países donde más cuesta sacarlos al mercado.

-¿Tanto se retrasan?

-En España cuesta una media de tres años más que en los países del entorno obtener todos los permisos para que un nuevo producto se pueda comercializar. Aquí estamos en una media de cinco años, cuando en Francia han logrado reducirlo a uno. Es una cuestión de organización y nosotros creemos que sería apropiado que se creara una agencia que centrara todas las competencias que ahora se reparten los ministerios de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, Sanidad y Trabajo. En otros sitios se ha hecho y funciona.

-¿Tienen muchos productos pendientes?

-Una docena, y de los más respetuosos con el entorno, cumpliendo los criterios más modernos. Uno de ellos contra el piojo rojo de los cítricos. Y claro, así es complicado congeniar los objetivos de competitividad. Se hace difícil entender esta falta de celeridad para un sector prioritario, donde España es líder.