Boletín Agrario Agricultura, Medio Ambiente y Mundo Rural

Asaja Málaga denuncia el robo de más de 10.000 kilos de alcachofas en la última semana

Esta verdura, gracias al buen momento de precios, se ha convertido en el nuevo botín de los cacos

Asaja

La oleada de robos que asola el campo malagueño de forma intensa desde hace meses se ha recrudecido en los últimos días. Agricultores de la provincia han acudido a la oficina de ASAJA Málaga para relatar, con desesperación, como los ladrones se están haciendo los dueños del campo malagueño. "La cosa es seria", coinciden en sentenciar.

Durante los últimos días los cacos han centrado su atención en un nuevo botín: las alcachofas. Este producto inició una campaña no muy buena, ya que la sequía que se instaló a primeros de otoño y las altas temperaturas de noviembre impidieron que esta verdura obtuviese su tamaño y sabor adecuado. Sin embargo, las lluvias casi ininterrumpidas que han bañado Málaga desde diciembre han dado un giro radical a la campaña. La alcachofa tiene ahora una calidad excelente y aunque el temporal se ha llevado el 50% del producto, el que queda, tiene un sabor exquisito y se vende bien. "Los ladrones saben muy bien qué robar, cuando la alcachofa no tenía precio nadie venía a robarla. Ahora se vende a unos dos euros aproximadamente y es cuando vienen a por ella", comenta un agricultor que cultiva esta verdura en Alhaurín y Churriana y al que la semana pasada robaron unos 1.000 kilos.

Y no es un caso aislado. Según ha tenido conocimiento ASAJA Málaga, en apenas unos días se han robado unos 10.000 kilos de alcachofas. "Nuestros agricultores tienen una sensación de inseguridad tremenda", comenta Benjamín Faulí, técnico de la asociación en la Axarquía.

En la provincia de Málaga, hay unas 800 hectáreas dedicadas al cultivo de alcachofa, que producen una media de 9.000 toneladas de esta verdura. Según el balance agrario de ASAJA Málaga, este cultivo dejó en 2009 unos ingresos de unos 7,5 millones de euros.

Cómo reconocer la mercancía robada

Francisco Miguel Torres Barrionuevo es uno de los agricultores afectados. Socio de la Cooperativa San Isidro Labrador de Churriana, cuenta que viaja a Tudela (Navarra) para comprar la planta de una de las variedades más exquisitas que existe, la blanquilla. Un deleite para el paladar, asegura. Después de mimar su cosecha y sortear climatologías adversas, ve con frustración cómo los ladrones se adentran en el campo por la noche y acaparan todas las verduras que caben en sus furgonetas: "El problema no sólo es lo que nos roban, sino lo que nos destrozan", se lamenta.

La alcachofa es una verdura delicada que hay que recolectarla en su punto óptimo de maduración, ni antes, ni después. Si bien hay otros productos que los agricultores prefieren recoger algo verde para evitar los robos, en el caso de las alcachofas sólo queda arriesgarse. No obstante, Francisco Miguel Torres, lamenta que no se controle con suficiente ahínco la venta ilegal de estos productos, porque, según ha podido constatar, "los robos, curiosamente "apostilla cargado de ironía- siempre tienen lugar la noche antes de los mercadillos más importantes de Málaga".

En cualquier caso, este agricultor recomienda a las personas que se dirijan a los puestos en busca de esta deliciosa verdura de temporada que no compren mercancía robada. ¿Pero cómo reconocerla? Según dice, basta con una ligera ojeada: "Las alcachofas robadas suelen estar degolladas o bien tienen el palo muy corto. Nosotros, los que nos dedicamos a su recolección, siempre le dejamos un palo de cuatro o cinco dedos de longitud".

ASAJA Málaga apoya la teoría de este agricultor y anima a los consumidores a que hagan boicot a la mercancía robada, ya que como ha reiterado Carlos Blázquez, secretario general de la asociación, en numerosas ocasiones, si el producto robado no tuviera fácil salida, dejaría de robarse.

El caso de Torres Barrionuevo es uno de los muchos que se están produciendo por toda la geografía malagueña. Pero la mayoría de los agricultores consultados prefieren permanecer en el anonimato por temor a represalias. También resulta muy triste confirmar que muchos de ellos ya han decidido no perder ni un minuto más de su tiempo en acudir a las diferentes comisarías para presentar las correspondientes denuncias. "No vale para nada", sentencian casi al unísono.

Así las cosas, muchos de ellos vigilan por las noches sus explotaciones, con el riesgo que eso conlleva; otros, contratan seguridad privada y, otros, simplemente tiran la toalla y abandonan la actividad.