Casi un tercio de los alimentos producidos en el mundo acaba en la basura
Según los resultados del informe de la FAO "Pérdidas y desperdicio de alimentos en el mundo"
Un informe encargado por la FAO al Instituto sueco de Alimentos y Biotecnología (SIK) revela que todos los años se pierden o desperdician alrededor de 1.300 millones de toneladas de alimentos, lo que supone casi un tercio de toda la producción de alimentos destinados al consumo humano. Algo que afecta gravemente a la Seguridad Alimentaria Mundial
El informe Global food losses and food waste (Pérdidas y desperdicio de alimentos en el mundo) fue encargado por la FAO al Instituto sueco de Alimentos y Biotecnología (SIK), con motivo del congreso internacional Save Food! (¡Ahorra comida!) que se celebrará en Düsseldorf dentro de la feria comercial sobre industria internacional del envasado Interpack 2011.
Los resultados del informe son sencillamente espeluznantes: cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos destinados al consumo humano se pierden o desperdician cada año, es decir, alrededor de un tercio de la comida que se produce en el mundo acaba en la basura. El Banco Mundial advertía hace unos meses que el número de hambrientos puede crecer en 2011 en más de 75 millones de personas, con lo que al acabar este año ya habría mil millones de hambrientos en el mundo. No pobres, hablamos de hambrientos, llamémosle "pobreza extrema" o "menos de un dólar al día". Seguirá tratándose de personas que literalmente pasan hambre. Mil millones.
Cruzando ambas cifras podemos apreciar la verdadera dimensión de los últimos datos que nos ofrece la FAO. Pese a existir en el mundo más personas hambrientas que jamás hubo, si repartiésemos entre ellas toda la comida que se pierde o desperdicia, ¡a cada persona hambrienta en el mundo le corresponderían 1.300 kilos anuales de alimentos! .
Son muchos los titulares que ofrece hoy el organismo de Naciones Unidas, lástima que pasen tan desapercibidos en el continuo mediático de sobreinformación que caracteriza a estos tiempos. Por ejemplo, el informe revela que los consumidores de los países ricos desperdician cada año la misma cantidad de alimentos, 222 millones de toneladas, que la totalidad de la producción alimentaria neta del África Negra, unos 230 millones de toneladas. Por supuesto que este derroche no se produce en igualdad de condiciones, qué duda cabe. El menos del 20% de la población mundial que vive en los países desarrollados pierde y sobre todo desperdicia más alimentos que aquellos en vías de desarrollo (que en su caso pierden más que desperdician): 670 millones de toneladas de los primeros frente a los 630 millones de todos los demás. También destacan desde la FAO que la cantidad de alimentos que se pierde o desperdicia cada año equivale a más de la mitad de la cosecha mundial de cereales (2.300 millones de toneladas la pasada campaña).
Frutas y hortalizas, además de raíces y tubérculos, son los grupos de alimentos con mayor tasa de desaprovechamiento. Un dato coherente dentro de tanto despropósito, al menos si no tenemos en cuenta las magnitudes de las estamos hablando: resulta lógico que sean los alimentos frescos y perecederos los que más se "echen a perder".
Como ya hemos apuntado, el informe distingue entre pérdidas y desperdicios. Las pérdidas, que indica la FAO pueden darse en la fase de producción, recolección, post-cosecha o procesado, son más elevadas en los países en desarrollo, "debido a la precariedad de las infraestructuras, el bajo nivel tecnológico y la falta de inversiones en los sistemas de producción alimentaria". El desperdicio de alimentos es un problema mayor en los países industrializados, "en la mayoría de los casos provocado tanto por los minoristas como por los consumidores, que arrojan alimentos perfectamente comestibles a la basura". Así, mientras que el desperdicio per cápita en Europa y Estados Unidos es de 95-115 Kg por persona y año, este ratio desciende a los 6-11 Kg en el África meridional y el sudeste asiático.
La pérdida y el desperdicio suponen también desaprovechar importantes recursos, incluyendo agua, tierras, energía, mano de obra y capital, junto a la producción innecesaria de gases de efecto invernadero, contribuyendo así al calentamiento global y al cambio climático.
Otro dato que ayuda a comprender la diferencia entre pérdida y desperdicio, o mundo rico frente a mundo pobre, es que mientras que en los países en desarrollo el 40% de las pérdidas de alimentos se producen en las fases de post-cosecha y envasado, en los páíses industrializados más del 40% de esta pérdida se da en a nivel de ventas al por menor y del consumidor. Pérdida versus desperdicio.
Queda latente que los resultados de este revelador informe han de ser afrontados desde diversas perspectivas. Por una parte, como señala el propio estudio, las pérdidas de alimentos durante la recolección y el almacenaje se traducen en la pérdida de ingresos para los pequeños campesinos y en precios más elevados para los consumidores pobres. Reducir estas pérdidas podría significar por tanto "un impacto inmediato y significativo" en los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria, apunta la FAO.
Para reducir estas pérdidas en los países en vías de desarrollo, el informe propone diversas sugerencias pácticas. Reconoce que el problema es básicamente el uso de técnicas de recolección inadecuadas, una gestión y logística post-cosecha precarias y la ausencia de infraestructuras, procesado y empaquetado adecuados. A esto se añade la falta de información para la comercialización, que permitiría una mejor adaptación de la producción a la demanda. El informe aconseja fortalecer la cadena de suministro alimentario, apoyando al pequeño campesinado y fomentando los canales cortos de distribución que acercan a los productores a los propios consumidores. Los sectores público y privado deberían también invertir más en infraestructura, transporte, procesado y empaquetado.
Cuando la apariencia adquiere demasiada importancia...
"A nivel de la venta al detalle también se desperdician grandes cantidades de alimentos debido a las normas de calidad que dan excesiva importancia a la apariencia", señalan desde la FAO, que se hace eco de las encuestas de tendencias entre consumidores que indican la predisposición de éstos a consumir productos que no cumplan las exigencias de apariencia, siempre que dichos alimentos sean inocuos y tengan buen sabor. "De esta forma, los consumidores tienen la facultad de influenciar en los estándares de calidad y deberían hacerlo", indica el informe.
Para sortear las innumerables normas de calidad que se han ido imponiendo sobre la apariencia de los alimentos a lo largo de los años y que ahora resultan ser un auténtico sumidero de derroche, el informe de la FAO recomienda el fomento de la venta directa por parte de las granjas y agricultores, otra vez los circuitos cortos de distribución, "sin tener que cumplir las normas de calidad de los supermercados". Se entiende que cuando hablan de "calidad" quieren decir "apariencia", que no parece ser intención de la FAO rebajar el nivel de seguridad alimentaria de los consumidores.
..hablamos de consumismo, no de consumidores
"Los consumidores de los países ricos deberían aprender que tirar los alimentos innecesariamente es algo inaceptable". Al llegar a este crucial nudo gordiano del asunto, el informe de la FAO se centra excesivamente en la figura del consumidor, tratándolo como un ente independiente y sin reconocer las verdaderas influencias y sinergias que operan y vertebran las sociedades de consumo en las que vivimos. Apenas reconocen que "a los consumidores en los países ricos se les anima con frecuencia a comprar más alimentos de los que necesitan". Todos sabemos que esto no es cierto: la verdad es que a los consumidores SIEMPRE se les está incitando a que consuman más de lo necesario. Hace años que aceptamos que a nuestros hijos se les tratara como a consumidores, no sólo como a niños que disfrutan de sus dibujos animados.
Las propuestas del informe se centran por tanto en la figura del consumidor, proponiendo medidas del tipo: "la educación en las escuelas y las iniciativas políticas son posibles puntos de partida para cambiar la actitud de los consumidores" (nótese que somos consumidores ya en las escuelas). "También habría que concienciarles de que a causa de la disponibilidad limitada de recursos naturales, resulta más eficaz reducir las pérdidas de alimentos que incrementar la producción para alimentar a la creciente población mundial", añaden.
Aunque la tendencia que desde aquí se denuncia queda totalmente plasmada en lo que destaca la FAO del informe: "El informe explica que en líneas generales, los consumidores no consiguen planificar de forma adecuada sus compras de alimentos. Ello significa que a menudo se deshacen de alimentos cuando se pasa la fecha indicada para consumir preferentemente antes de". Si nos acercásemos al informe desde un total desconocimiento de la realidad podríamos dilucidar erróneamente que es la actitud de los consumidores la principal causa, si no de los 1.300 millones de toneladas de alimentos que se pierden cada año, sí de los 670 millones que corresponden al mundo industrializado, no "sólo" de los 222 millones que les atribuye el estudio.
Cuando a los ciudadanos se les llama indistintamente "consumidores" no parece que se espere otra cosa de ellos. El inaceptable derroche de alimentos que se produce en nuestro "primer mundo" no se debe a una falta de información o de concienciación ciudadana. Nace de la propia esencia de las sociedades de consumo. A nadie debería escapársele que para que se produzca la "bendita" venta que hace girar la rueda de la economía es necesario que alguien compre y que además siga comprando. Comprar, consumir y comprar más. Y una cosa lleva a la otra, en este caso desperdiciar como auténticos consumistas. Si esta realidad ¿no reconocida? deja de producirse, entonces ocurre la temida deflación de la economía. Y eso no es cosa buena, ¿verdad?
Quizá pasemos a los libros de historia como "La Sociedad del Desperdicio", quién sabe. Lo que está claro es que el año 2015 está a la vuelta de la esquina y ya rondamos los mil millones de personas hambrientas en el mundo. El primer punto de los Objetivos de Milenio se diluye ante datos como los que hemos conocido hoy... y los 1300 kilos de alimentos perdidos que le corresponderían a cada uno de los hambrientos del mundo.
Puedes consultar el informe completo Global Food Losses and Food Waste de la FAO.